Entre esas cosas que vienen y van de la vida de una persona hay
cosas que no se pueden borrar, heridas que no se curan, pasiones que se añoran
y pequeños ojos que perduran en la memoria más allá del tiempo.
El otro día alguien me preguntó si era de
las mamas que quiere tener a sus hijos bajo sus faldas, que no está tranquila
en ningún sitio sin saber de qué color, consistencia o forma es el popo de sus
bebes.
Me he encontrado con personas aun más
crueles que me han dicho que el trabajo de la casa no es agradecido por lo
tanto no vale la pena perder la vida criando niños, lavando platos y
contentando esposos.
El otro día en cambio soporte la mirada de
una excelente profesional, PHD y todo lo demás, compadeciéndose de mí por haber
dejado mi trabajo soñado para quedarme en la casa.
Y más triste fue el ¡QUE! gigante de una
profesora de mi maestría quien no salía de su asombro al toparse con una mujer
de rara especie que habiendo egresado de una maestría en una renombrada
universidad de su ciudad, trabajaba desde la casa despeinada y en bata de
dormir, mientras cuidaba a sus bebes.
A estas personas que te tocan el ego, por considerar que en el mundo moderno ninguna mujer instruida debe quedarse en
casa, o feministas extremistas con el pensamiento cuadrado y resentido, criadas por admirables mujeres que seguramente algo se dejaron en el camino para hacer de ellas lo que son ahora, dan ganas de olvidar por momentos mi amada educación, que tanto nos ha
costado a mis padres y a mí, y sacarles mi dedo medio por toda
respuesta.
Últimamente me pasa que esta gente me importa un poroto, que
apenas empiezan a pronunciar sus discursos de medio pelo me voy corriendo
porque se me quema la sopa y llego a casa, cruzo la puerta con la sola
esperanza de un minuto de paz, y es ahí, en ese momento donde encuentro la
respuesta que no está en mi dedo del medio, sino en los hermosos ojos, gigantes
y alegres de mis hijos, es en esas bolas redondas que amenazan con salir de sus
cuencas, en donde están enumerados todos los pros de la decisión de mi esposo y
mía de que sería yo quien no regresaría a trabajar luego de mi permiso de
maternidad, al ver a mi pequeño Sebastián pesando menos de cuatro libras en una
termocuna en UCI, y tiempo después fue mi decisión quedarme en casa
cuidando de mi Pedro José, quien se merece los mismo cuidados, amor y dedicación
que su hermano mayor.
Es por eso que desde este blog informo que
desde 2013 escogí esta vida llena de gratificaciones que no se cuentan en
dinero pero llenan por completo la vida de esta Ingeniera en Sistemas, Magister en Diseño Multimedia, cuya vida es
enteramente feliz y así será hasta que me falte ese algo que me hará volver al
mundo laboral.
Hasta entonces, aquí me tendrán, escribiendo sobre bebes, pañales
y hermosos ojos redondos gracias a los cuales todo ha valido la pena y el
mundo es un lugar mejor.
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